Rosalie frunció el ceño, confusa.
—Señor, ¿qué hay de la letra pequeña del contrato?
Aquella pregunta provocó que Edward estallase en carcajadas. Una de las
trabajadoras, que pasaba por allí para archivar los informes de su oficina, se
parase para mirarle preocupada. Edward dejó de reírse y, con un gesto
despreocupado, la indicó que se encontraba bien y ésta se fue después de
comprobar que así era. Sin perder el buen humor, se volvió hacia su ayudante:
— ¡Oh, sí! Esa pequeña clausula que nadie parece leer. —Movió la cabeza. —Rose,
querida, deberías conocerme mejor y saber que odio las bodas. He dejado que
Charlie moviese su pieza; ahora me toca a mí.
Rosalie
Envy III