Feliz año nuevo. Espero que este año que entra, pueda escribir algo más.
sábado, 31 de diciembre de 2016
viernes, 23 de diciembre de 2016
Feliz Navidad o Solsticio de Invierno...
Y aunque me encantaría poder compartir algo de alguna historia, por desgracia ni tiempo ni inspiración. Este año tendré que ponerlos en la lista de Papa Noel para que el año que viene esté con vosotros/as y pueda finalizar Underneath.
Por lo demás, todos mi buenos deseos para estas fiestas y el año que entra.
Maggie.
jueves, 18 de agosto de 2016
Nightmare before christmas (I)
Disclaimer: Todo lo que escribió Santa Meyer suyo es, yo sólo me adjudico a Haydeny Avril, no así sus almas.
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—
¡M Nightmare after Christmas (Avril).
—
¡Malditas
seas, June!—murmuré entre sueños al notar las vibraciones que producían los
golpes a la puerta.
Seguramente mi madre, en su atolondramiento
habitual, se le habría olvidado las llaves y ahora le urgía la prisa por
entrar.
¿No podía esperar a que acabásemos
de despertar del todo? No eran horas. O a lo mejor, sí. ¡Al Diablo con el
reloj!
Me di la vuelta y caí en la cuenta
que tenía demasiado espacio para un sofá tan estrecho. Me extrañó. Juraría que
Hayden había dormido allí junto a mí. Aún tenía rastros de sus besos y sus
caricias nocturnas sobre mi piel.
Abrí los ojos todo lo que la luz
mortecina me dejó y vi que no estaba. La pregunta de dónde estaría se respondió
por si sola cuando oí a alguien, desde la puerta de la cocina ladrar—ese era la
descripción exacta de aquel desagradable tono de voz—a la persona que había
abierto la puerta.
Al oír aquella voz masculina, me di
cuenta que no se trataba de June.
—Tú, has vuelto. —Era un saludo
bastante desagradable y a medida que me iba incorporando, el reconocimiento
acudía a mi cabeza.
Jake estaba mostrando su cara menos
amigable y lo estaba pagando con Hayden. Era quien me preocupaba.
— ¿Perdón?—Aún en un susurro, la
voz de Hayden era intimidante, señal que se estaba defendiendo porque se sentía
atacado—. No nos conocemos de nada y no tengo porque hacerte pasar a la casa
sin el permiso de las dueñas. ¿Podrías decirme quien eres?
Me levanté de un salto y me dirigí
corriendo hacia la cocina y evitar algo molesto.
Efectivamente, Jake estaba apoyado
en el marco de la puerta, amedrentador gracias a su elevadísima altura y su
gran envergadura, arrugando su rostro y dedicándole una mirada hostil a mi
novio cuando le clavaba sus oscurísimos ojos. Daba bastante miedo, pero parecía
que Hayden no se dejaba intimidar cuando al rozarle el hombro, noté sus
músculos tensos, y capaz de devolver la mirada sin vacilar. Sus ojos, al
contrario que los de Jake, eran grises oscuros acerados. Muy fríos.
Era como el hielo y el fuego y, en
cualquier momento, saltarían chispas.
Finalmente, Jake se fijo en mí
aunque su mirada no se suavizo en absoluto, sus labios dibujaron una O redonda
de sorpresa, y se volvió de nuevo hacia Hayden, dispuesto a echársele encima.
Comprendí lo que podía haber
cabreado tanto a Jake cuando me eché un vistazo y vi lo inapropiado de lo que
llevaba encima, o más bien, lo que no llevaba.
Cierto, no daba muy buena impresión
que recibiese a un viejo amigo sólo con una camisa que apenas tapaba lo
imprescindible y para complicar las cosa, que le abriese la puerta un chico
desconocido sólo con el pantalón del pijama.
Pero no había excusa para el
comportamiento de Jacob Black. Ya debería imaginarse que hacía mucho tiempo que
hacía cosas peores que ésta y no debería escandalizarse tanto. No le iba a
permitir que se pusiese demasiado moralista.
Carraspeé, aparté a Hayden a un
lado para que no captase todo el Angulo de visión de Jacob y empecé a tomar el
control de la situación.
Simulé un buen humor y desenfado
que estaba muy lejos de sentir.
—Buenos días, Jake. ¿Hemos perdido
la educación? Porque ya no es: “¡Ey,
Avrie! ¡Cuánto tiempo sin verte! ¿Qué tal por Chicago? ¡Cuánto has crecido!
¡Qué guapa estás! ¡Feliz Navidad!”
Pero Jacob no estaba muy dispuesto
a seguirme la corriente y seguía pendiente de los movimientos de Hayden. Su
rostro no había cambiado de expresión en ningún momento.
— ¿Quién es ese individuo, Avril?
¿Sabe tu madre que está aquí contigo y lo que estáis haciendo?
Hayden iba a saltar cuando le di un
pellizco en el brazo, me miró dolorido y finalmente, comprendió cuando moví imperceptiblemente
la cabeza, que debería dejarme a mí la manera de tratar con Jake. Aunque no me
extrañaba que estuviese cabreado; me molestaba mucho la actitud tomada por
Jacob.
—No tengo que darte explicaciones
de quien meto en mi casa y lo que hago dentro de sus paredes—le contesté
cortante y firme. Luego, me serené y más suave, le informé—: Es mi novio,
Hayden. Nos conocimos en Chicago por medio de unos amigos comunes y le he
invitado a pasar unas vacaciones conmigo. Y tengo el suficiente respecto por
June para pedirle permiso. Debo decir que ella está casi más encantada que yo.
— ¿Hayden?—Parecía que aquel nombre
le había desconcertado. Volvió a mirar a mi novio un par de veces y pareció que
algo de lo que estaba viendo le acabó por relajar en parte, aunque su cuerpo
continuaba parcialmente en tensión.
Movió la cabeza y estuvo a punto de
echarse a reír como si todo aquello fuese absurdo.
—Por supuesto, Hayden. —Movió la
cabeza como si quisiera quitarse algo de la cabeza—.Te había confundido con…no
importa, era imposible que…aunque, creo que ese olor no ayuda demasiado.
Disimuladamente, Hayden inclinó su
rostro hacia la axila y se olisqueó levemente. Luego, puso los ojos en blanco.
—Habló el que huele a Chanel nº5—murmuró desdeñoso casi
deseando que le oyese Jake y provocarle y, esquivando el codazo que le iba a
destinar a sus costillas, moduló su tono y sus modales, y extendió la mano para
estrechársela y mostrarse educado con nuestro visitante—: Me llamo Hayden, y me
alegro de conocer a un buen amigo de Avril. Me ha hablado mucho de ti.
Jacob mantuvo sus brazos cruzados
sin dar una tregua a Hayden.
—Jacob Black—escupió adustamente,
casi obligado por las circunstancias. La mano de Hayden continuó suspensa en el
aire durante unos cuantos minutos abochornantes—.Avril, sin embargo, no nos ha
hablado de ti. Al parecer, eras un gran secreto.
— ¡Oh, comprendo! Avril ha tenido
la mala costumbre de guardarme para ella.
Me avergoncé al notar la mirada de
reproche de Hayden sobre mí y su significado.
“Te advertí que sucedería esto”, me transmitía.
—Bueno—elevé unas octavas la voz
para que saliese más aguda y quitar importancia al asunto—, pero no hay nada
mejor que una presentación cara a cara.
Ninguno de los dos les hizo gracia
aquella pequeña chanza. Permanecieron quietos, poco dispuestos a ceder en
aquella pugna silenciosa que no sabía a qué demonios se debía.
Hayden finalmente cedió, o más bien
un par de palabras convincentes en su oído de mi parte para que subiese y
empezase a arreglarse.
— ¿Qué demonios ocurre aquí, Jacob
Black?—le increpé sin dar tiempo a que su rosto se relajase. Me crucé de brazos
poniendo un gesto lo más intimidante posible.
Jake intentó abrazarme pero me
escabullí bastante ofendida por aquel trato a mi novio.
— ¡Ey, ey, ey! La pequeña Avrie se
le han subido los humos desde que se fue a la gran ciudad—bromeó.
—No, sólo defiendo a mis invitados
cuando noto cierta hostilidad hacia ellos.
No se molestó en pedir disculpas.
Debería acostumbrarme a Jake y saber que era completamente visceral. Si alguien
no le caía bien, se lo haría saber de inmediato. Pero no comprendía aquella
antipatía hacia Hayden sólo por haber abierto la puerta.
—Tú y yo sabemos que no tienes
demasiado ojo a la hora de elegir a tus chicos—me reprochó.
Sonreía como si quisiera gastarme
una broma, pero sus ojos carecían de aquel brillo cómplice cuando quería
vacilarme.
Hubiese estado horas pidiendo
explicaciones del porqué no le gustaba Hayden, pero nunca comprendería sus
razones y tampoco le convencería de lo buen chico que era y lo feliz que él me
hacía. Me gustaría haber visto su cara cuando le explicase que era dueña de la
mitad de una casa, donde podría desarrollar mis ideas y expandir mi mundo
interior hacia afuera sencillamente por el vínculo que habíamos creado. Y Jake
y todo su estúpido paternalismo no lo rompería.
—Ahora enserio, Jake, ¿a qué has
venido? Porque si es a salvar mi virginidad, te advierto que has llegado unos
cuantos años tarde.
—No hace falta que seas tan
grosera, Avrie—me gruñó—.Ya eres mayorcita para saber dónde te metes, o donde
quieres que se metan los demás.
Carraspeó y suavizo después de
haber soltado aquella insolencia.
— ¡Venga ya! ¡Relájate un poco que
es Navidad! Apuesto a que quieres saber que te ha traído Papa Noel en la
Reserva. Isabella lo está guardando como si fuese oro en paño.
Sonreí al recuerdo de la pequeña
Isabella y sólo entonces recordé que la había echado de menos.
—Nosotros también tenemos un regalo
para ella.
Jake estaba satisfecho con aquella
triquiñuela que me había mejorado su predisposición con él.
—Pues puedes venir a dárselo a la
hora de comer. De hecho, antes de ponerte tan fiera con el tema de tu nuevo…lo
que quieras que seáis, había venido a invitaros a June y a ti a la comida de
Navidad. Keira y el resto de La Push no me lo hubiesen podido perdonar si no
vinieseis. Y bueno, Leah necesita novedades para volver a afilar su lengua.
— ¡Oh, vaya!—me había pillado por
sorpresa—. No sé si June podrá ir, ya sabes, el turno de noche, pero estaremos
encantados de ir.
— ¿Ya sabes que Anne y su novio
también se han apuntado? Me enteré que estaba pasando las vacaciones con su
familia y pensé que sería buena idea que retomases viejas amistades. Se mostró
entusiasmada por la invitación.
— ¡Oh!
Aquello me cogió por sorpresa. En
el Instituto, Anne nunca se había interesado por visitar La Push y siempre que
la habíamos invitado, había rehusado, desdeñosa, alegando que la única porción
de océano Pacifico en la que se bañaría sería la de las costas de California.
Realmente debía estar muy aburrida para aceptar aquella invitación y su novio
californiano porrero había dejado de ser un aliciente para ella.
Pegué un salto para abrazar a
Jacob, muy agradecida, casi riéndome.
Le oí reírse entre dientes.
—No es como Chicago, pero hace
bastante frío para que salgas así—desaprobó mi ropa—¡Vamos, ve a vestirte! He
quedado con tus amigos dentro de una hora y no es de buena educación hacer
esperar a la gente.
—Espero que Hayden haya
terminado con la ducha.
El cuerpo de Jacob se puso rígido
como una tabla y perdió todo amago de jovialidad.
— ¿Él también piensa venir?—soltó
abruptamente y sin una pizca de disimulo por aquella inexplicable antipatía.
Respiré profundamente para no
mostrarme hostil ante él, pero aquello casi me había dejado petrificada.
—Por supuesto que él va a venir. Es
mi invitado y según vuestras costumbres, los invitados de los invitados también
son bienvenidos. ¿O han cambiado tanto las cosas desde que yo me he ido?
Parecía meditar una respuesta pero
no se le ocurría algo con justificación para tal reticencia.
—No cuento con tanto espacio en el
coche.
Me di un golpe en el muslo,
exasperada ante aquel comportamiento.
—Pensé que traías el jeep. Y si se trata de espacio, no te
preocupes, iremos en mi camioneta si hace falta.
Al imaginar que el pequeño
dinosaurio aún daba señales de vida, se echó a reír.
— ¿Ha sobrevivido a Chicago?—se
relajó después de una larga risotada. Y como resignándose, se encogió de
hombros—. Bueno, creo que podemos hacer un poco de espacio si hace falta. —Miró
el reloj y me apremió para que me vistiese—.Una hora, señorita, si no tú y tu
amiguito iréis en pelotas.
Le saqué la lengua y cerré la
puerta casi en sus narices.
Y casi tuve el mismo trabajo en
convencer a Hayden para que accediese a ir. Educado y con el imperativo de
hacerme feliz, se resignó aunque permanecía serio y desanimado.
— ¿Qué le pasa a todo el mundo hoy?—inquirí
molesta—. Pensé que tenías ganas de ver La Push.
—No es algo que pueda explicar pero
ese tío no me inspira mucha confianza—musitó secamente.
—No estarás celoso, ¿verdad?
—No seas absurda—me contestó
desdeñoso—. No se trata de nada de eso. Aunque admito que tiene un buen porte.
Me habías contado que tenía la misma edad que tu madre y si le viese por la
calle no le echaría más de veinticinco.
—Pues no sería la primera vez que
nos pasase, ¿no?—me vino a la cabeza el doctor Cullen e intenté que se fuese
con la misma facilidad. Me reí para quitar hierro al asunto—. Siempre se ha
comportado más como un hermano mayor que como un padre. Y mentalmente es como
si tuviese veinte. Afortunadamente para él, tiene a Keira para mantener los
pies en la tierra. Están tan enamorados como si fuese el primer día. Algunas veces dan la sensación que están bajo
un hechizo, aunque supongo que será algo en el ambiente porque todos tienen esa
unión con sus respectivas parejas.
—No estoy celoso de él—me repitió
aunque esta vez se había relajado en parte—. ¿Nunca has tenido una antipatía instintiva
hacia alguien? Pues me pasa con él y creo que debe ser mutuo.
Suspiré y le di un beso en la
frente.
—Por favor, trágate tus instintos e
intenta pasarlo bien—le pedí.
Me acarició el pelo y sonrió
forzadamente.
—Lo intentaré.
Empezaba a entender a qué se
refería Hayden con el instinto porque no dejaba tener aquella sensación que
algo le preocupaba y no era por Jake. Podía dejarlo pasar pero no tenía ni
corazón ni entrañas para permanecer indiferente ante su preocupación.
—Hayden, ¿qué ocurre?
Me miró sorprendido y en sus labios
estuvo a punto de pronunciar una negativa, pero debió ver algo en mi rostro que
se decidió a decirme la verdad.
—Se trata de Jim. Siempre nos hemos
llamado para felicitarnos las fiestas y este año no lo ha hecho.
— ¿Jim?— ¿De verdad era eso o me
estaba vacilando?—. ¿No has pensado que tal vez estará durmiendo la mona?
Anoche se iría de fiesta.
—Lo sé—me dijo paciente—, el caso
que es nuestra tradición por muy agotados que estamos, o nos enviamos un
mensaje o nos llamamos cinco minutos y luego caemos en coma, pero nunca hemos
roto nuestra tradición por muy borrachos o dormidos que estemos. No es propio
de Jim.
Le abracé por la espalda sintiendo
todo su nerviosismo infiltrándose por los poros de mi piel. Le masajeé los
hombros para eliminar todas las energías negativas, o así lo había leído en algún
libro de mantras que me habría prestado Nika. Sólo quería que estuviese bien,
feliz y relajado.
— ¡Hum!—emitió un sonido gutural de
puro placer.
—Hayden—musité mientras mis dedos
masajeaban su clavícula—, todo va a ir bien. Jim es mal amigo pero no le ha ocurrido
nada. Nika está con él y le cuidará.
Cerró los ojos cuando apoyé las
palmas sobre las clavículas.
—Tienes razón—admitió a
regañadientes—.Seguramente estará durmiendo la mona con Nika. No es algo que
debería interrumpir nuestra comida en la playa, a menos que nos vayan a soltar
a los perros.
Esquivó mi codazo pero me alegré
que estuviese más dispuesto a ir de excusión.
Aunque debería llamar a Nika
después para saber qué había pasado en aquella fiesta de Nochebuena en Chicago.
jueves, 28 de julio de 2016
The Cold Star (IV) (Hayden)
Disclamer: Santa Meyer los crea y ellos se juntan. Yo sólo me encargo de lo que ella no escribe. Hayden y Avril, me pertenecen; sus almas y demás personajes reconocidos son de su respectiva autora. Las imagenes tampoco son mías, pertenecen a Summit.
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Parecía que iban a
tirar la puerta de la fuerza que la estaba golpeando. O quizás fuese la resaca postnavideña
y aún no me había dado cuenta de la hora que llegamos a casa y nos echamos a
dormir. Desde luego, James Stewart tendría que esperar para el próximo año.
Avril, dormida a
mi lado del sofá, había sobrevivido a sus regalos y a la euforia de saber que
ahora era copropietaria de la casa donde celebramos la noche de Halloween. Como parecía que no había
traumas por lo sucedido allí, ella podría convertir algunas habitaciones en
estudios para sus dibujos y si quería algo de independencia económica, siempre
podría acondicionar alguna habitación para convertirlas en aulas y dar clases
de dibujo. Y para tener más autonomía y no depender de metros y transporte
público, mis padres le habían regalado el coche que recogería cuando volviésemos
a la ciudad. No comprendía como podía dormir a pierna suelta con la casa casi cayéndose
por lo portazos.
Me masajeé las
sienes mientras intentaba incorporarme del sofá. Maldije a June y su distraída cabeza.
Se le había olvidado las llaves y ahora le corría prisa por echarse a dormir.
Después de despertar a medio vecindario. Me miré hacia abajo. Sólo llevaba el
pantalón del pijama; Avril sólo una camiseta que apenas le llegaba al muslo. Me
encogí de hombros. June podría vivir con eso.
Medio zombie,
caminé hacia la puerta, y con la lengua pastosa y voz gangosa, le medio insistí
a la ruidosa dueña que se esperase.
Antes de girar el
pomo, me tenía que haber dado cuenta que aquel olor no era de June. De hecho,
era tan repulsivo que no podía imaginarme que fuese humano. Algo así como un
tipo de perro revolcándose en su propia porquería. Se me estaba levantando el
estómago.
Abrí la puerta
dispuesto a decirle cuatro cosas al visitante ruidoso, pero nada más mirarme
sus oscuros e inhumanos ojos cargados de oído hacía mí, me dejaron petrificado.
Y como si un instinto primario se hubiese despertado en mí, achiqué los ojos y
me puse en tensión dispuesto a lanzarme a su cuello.
Era absurdo. Si
hubiera obedecido a ese instinto, hubiese tenido todas las de perder.
Mucho más alto y
con más envergadura que yo, me hubiese dado una paliza antes de poderle tocar
un pelo. Él parecía un animal salvaje protegiendo su territorio mientras
arrugaba su nariz como si fuese yo la fuente de aquel olor repugnante.
Sin embargo, el
K.O no llegó por un puño enterrado en mi estómago.
—Tú, has vuelto—ladró
con una voz agresiva y gutural que dudaba que pudiese salir de una garganta
humana.
Par
jueves, 16 de junio de 2016
The cold Star (III)
Disclaimer: Ninguna imagen es mía. Por lo cual, no aplico ningún derecho sobre ella, ni me lucro con ellas. Y Avril y Hayden son míos; sus almas y resto de personajes conocidos pertenecen a la señora Meyer.
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El cielo y el agua
parecían unidos por un horizonte difuminado. No distinguía donde empezaba el
uno y terminaba el otro, complementados en una perfecta simetría como de dos
mitades de un espejo se tratase.
Lo más extraño era
encontrarme tumbada en el agua, flotando, tranquila y ausente de pensamientos
en mi cabeza, buscando una pequeña nube blanca en aquel cielo tan azul.
Estaba segura, al
cien por cien, que se trataba de un sueño, porque en cualquier circunstancia de
la vida real, yo huiría instintivamente del agua. Pero ahí estaba yo, relajada,
mientras estiraba los brazos y movía los dedos de los pies.
Y en medio del éter,
una voz susurrándome.
Me hizo salir del
estado de trance en el que me encontraba. Yo la conocía y estaba aprendiendo a
amarla.
—¿Hayden?—pregunté
intentando mover la cabeza de un lado a otro para localizarle.
Pero él no estaba
en ninguna parte.
—¿Qué parte del
trato no has comprendido?—Parecía enojado. Entonces comprendí que no se trataba
de él. Había cierta cadencia en sus palabras como si las estuviese cantando.
Hayden tenía una voz más grave.
Intenté mover la
cabeza negando entender lo que me estaba diciendo, pero el pelo mojado actuaba
de contrapeso atrayendo mi cuerpo hacia abajo. Y empezaba a hundirme.
—Te dije que te
dejaría continuar con tu vida si hacías como si nunca hubiese existido...
—¿Qué es lo que
nunca hubiese tenido que existir?—Luchaba por incorporarme pero el agua me
tenía atrapada. Y entonces el miedo me invadió.
"Como si nunca
hubiese existido", repitió varias veces un eco.
De las
profundidades del agua surgieron unas gruesas ramas de árboles que se enredaron
entre mis piernas y me apretaron con fuerza mis muñecas. Me resistía pero lo único
que conseguía era que todo me doliese.
El cielo empezó a
nublarse hasta que adquirió el color de una noche de luna nueva sin estrellas y en torno a mi
cuerpo, el agua empezaba a congelarse.
Y entonces me
hundí.
miércoles, 1 de junio de 2016
The Cold star (II)
(Disclaimer: La imagen no me pertenece y todo lo referente a Meyer tampoco. Hayden y Avril son mios; sus almas, no)
The Cold Star (II)
Después de nuestra pequeña aventura, no hubo ningún
otro inconveniente a tener en cuenta, aparte de la lluvia intermitente, para
llegar a mi casa. Me burlé de Hayden por mis habilidades como conductora y éste
me sacó la lengua. Abrió rápidamente la puerta para estirar las piernas. No
habíamos tardado ni diez minutos en llegar pero se estaba empezando a agobiar.
Me había dado cuenta, al aparcar, que las luces de
mi casa estaban apagadas y la puerta cerrada. June aún estaría trabajando.
Esperaba que hubiese cogido el bolso correcto y tuviese las llaves. No me
apetecía estar esperándola durante horas en un coche, por cómodo que fuese, o
tener que hacer un supuesto allanamiento de morada rompiendo el cristal de mi
propia cocina.
Entonces gemí al recordar algo que podría llegar a
ser bastante embarazoso.
Si mi madre siempre había estado presente en todas
las conversaciones con Hayden, no podía decir que con June hubiese sido
completamente sincera. O más bien le había ocultado cosas. No le había hablado
de mi relación con Hayden, por lo tanto, lo único que podría ella sacar en
claro, por los últimos e-mails que nos habíamos enviados
o las ultimas cortas conversaciones debido a nuestros respectivos trabajos, era
que yo estaba pensando en dar una oportunidad o no a Richard. Hayden no entraba
en la ecuación para ella. O entraba, cuando en los primeros días, incluso casi
en el primer mes, me dedicaba a describirle como el pijo gilipollas quien
estuvo a punto de comerme viva por haberle abollado su Audi con el "pequeño dinosaurio".
Quizás me hubiese pasado con el exceso de celo,
pero, me daba cuenta que cuanta menos privacidad tuviese en Chicago, más
necesitaba para protegerme a Hayden y a mí. Necesitaba mentalizarme que todo lo
que sentía, lo que compartía con él fuese real, y por eso quería guardármelo
para mí por un tiempo. Si mi querido novio no me hubiese regalado aquel viaje
como motivo prenavideño, hubiese tenido ese tiempo para hablar con June.
Antes de darme de cabezazos contra el volante,
decidí afrontar el problema con Hayden, por lo que me dispuse a salir del
coche. Me paré y parpadeé confusa. Él no estaba en el porche de mi casa. Miré
por todos lados para encontrarle esperando sentado tranquilamente en el porche
de la casa de enfrente. Aquella casa.
— ¡Hayden!—le llamé y me dirigí a donde se
encontraba, aunque los avisos de las madres sobre entrar en aquella casa me
impidieron avanzar más allá de las escaleras del porche—. ¿Qué haces sentado
aquí?
Me miró sin comprender a que me refería.
—Estamos esperando a tu madre, ¿no? He encontrado
las llaves debajo del felpudo pero no creo que sea cortes entrar sin que ella
esté en casa—me dijo como si fuese lo más natural del mundo.
Me reí algo nerviosa. Ya había tenido demasiadas
experiencias con casa con amargas experiencias durante un día.
—Mi casa es la de enfrente—le señalé—. Creo que si
entras ahí, será el segundo allanamiento que cometas.
Se levantó lentamente y se giró para mirar la casa y
luego a mí. Parecía algo confundido.
—Juraría que esta casa ya la conozco...
— ¡Oh, no te dejes engañar por tus episodios de
"esto ya lo he visto antes"!—casi
me reía de su incertidumbre—. Las casas de estas zonas son casi iguales.
Dudó unos segundos antes de decidir que yo tenía
razón y se levantó para coger la mano que le tendía. Aunque se riera de las
historias de fantasmas, tendría que explicarle que aquella casa tenía su triste
historia.
Isabella, la loca.
Pero podía esperar. Ahora tenía que decirle algo
importante.
—Haydie, cariño, antes de presentarte a mi madre, necesito
explicarle un par de cosas. Es que puede ser vio-...
Y la Ley de Murphy me golpeó de lleno con las luces
de larga distancia y el ruido de un motor en las últimas. Se trataba de mi
viejo coche y sólo podría ser conducido por una persona.
— ¡Qué oportuna!—siseé entre dientes.
Hayden parecía que había visto un fantasma y se
colocó detrás del todoterreno a modo de protección.
— ¡Qué sorpresa! Y yo que pensaba que ese tanque de
chatarra destructor de coches de alta gama había ido a parar a una residencia
de ancianos. ¡Sigue sembrando el terror!
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jueves, 26 de mayo de 2016
The cold star (I)
Disclaimer: Esta imagen no me pertenece. Y lo que se pueda reconocer de la historia es de Santa Meyer, Hayden y Avril son míos.
The Cold Star (I)
Y sin otro altercado digno de comentar, nos
dirigimos rumbo a Forks durante cuatro anonadas cuatro horas, incluso cuando
Hayden, con ganas de llegar y pasando olímpicamente de que le pillase un radar
y ganarse una multa, pusiera todo su empeño en una rápida conducción.
A medida que el paisaje se iba haciendo más uniforme
y los colores de los bosques circundantes a la carretera se acromatizaban en
sus variantes marrones, amarillas y verdes, dándome la sensación que estábamos
explorando Dagobah (1) —Le daría al Maestro Yoda recuerdos de Jim,
seguramente estaría escondido por alguna charca—, mi humor se iba ennegreciendo
al igual que el cielo.
Lo sentía por Hayden porque no me estaba comportando
como la mejor compañera de viaje, pero me encontraba demasiado apática para
siquiera protestar por no dejarme conducir.
Si le pareció extraño mi comportamiento, no me lo
dijo. Se limitó a conducir sin decir una sola palabra, aunque él sí parecía
estar más entusiasmado que yo, cada vez que veía algo que le impresionaba,
contenía la respiración o murmuraba algo así como: "¡vaya, qué bonito!". Se trataba de la novedad o eso
quería pensar yo.
Cuando estábamos a veinticinco kilómetros del pueblo
fue cuando le di mi primer regalo prenavideño y le hablé por primera vez:
—No te emociones tanto; la primera vez, es
impresionante. Cuando lleves aquí cinco días, verás. Me suplicarás que volvamos
a Chicago a la primera ocasión.
No me miró pero le oí reírse entre dientes.
—Somos disfuncionales, ¿lo sabías?—se burló—. Soy el
chico de la ciudad grande y estoy más fascinado con estar aquí que tú, la que
sales de aquí. —Suavizó su voz hasta convertirla en un susurro—: Pensé que
estabas deseando volver a tu hogar. Además a un lugar tan bonito, es...hermoso.
Incluso...
Achicó los ojos en un extraño tic y dejó la frase a
medias.
— ¿Incluso qué?—le animé a que continuara.
Rió tontamente y sacudió la cabeza como si quisiera
sacarse alguna tontería que le había surgido.
— No dejo de tener la extraña sensación de haber
estado aquí antes. Que sé por donde tengo que ir y que cualquier camino ya lo
he recorrido antes.
—Quizás fuiste a una excursión al noroeste del
Pacifico. No sería raro. Has estado en Seattle y has podido visitar los
alrededores. Esta zona es casi idéntica. Vista una casa, vistas todas.
Sonrió pero no parecía estar convencido del todo.
—También puede explicarse a que estés sufriendo lo
que nosotros, los no médicos, llamamos Deja-vú—continué.
— ¿Desconexión neuronal en la zona donde reside la
memoria?—se carcajeó—. ¡Claro, suena tan común como un resfriado!
—Si prefieres que te lo explique Nika.
Se puso tenso de repente, pero sólo fue un instante
y se calmó.
— ¿Sucesos paranormales?—Arrugó los labios
rechazando la idea pero con voz trémula—. Prefiero la causa de la falta de
sueño. Eso es más plausible.
A cinco kilómetros del pueblo y cuando estábamos a
punto de atravesar el cartel que nos daba la bienvenida a Forks—indicando el
número de habitantes, que, ¡para mi sorpresa!, se había incrementado en casi
dos mil en veinte años—, Hayden hizo una extraña maniobra y se desvió por un
camino que no conocía. Tal vez se tratase de un atajo que el GPS nos
facilitaba, pero aquella parte del bosque era tan desconocida que empecé a
extrañarme de verdad hasta que empecé a rozar los límites del miedo.
—Hayden, por aquí no se va a mi casa—le indiqué—. De
hecho, creo que no nos conduce a ninguna parte del pueblo.
El problema es que él tampoco entendía lo que
pasaba.
— ¡Puf! Sólo estoy siguiendo las instrucciones de
este maldito aparato—gruñó—. Tal vez sea un atajo.
Lo negué.
—No lo he seguido nunca. ¿Seguro que has introducido
bien la dirección?
Hayden hizo un gesto con la mano para invitarme a
que lo comprobase. Efectivamente, en la pantalla salía situada mi casa, pero no
nos estaba llevando por el camino correcto.
—Tecnología inteligente—maldije entre dientes.
Luego, le gruñí a él—. Debiste dejarme conducir a mí.
—Te aseguro que estaríamos más perdidos que ahora—copió
mi tono sarcástico.
— ¿Insinúas que no conozco mi pueblo y lo que lo
rodea?—le acusé.
—Pues al parecer, esta zona no tenías ni idea que
existía.
¡Aquello era el colmo!
— ¡Vamos a volver sobre nuestros pasos!—grité—. Así
que para este maldito coche y vamos a orientarnos...
Y antes de terminar la frase, el coche se paró
repentinamente dejándonos en medio de la nada. Sorprendida, miré como Hayden
echaba la cabeza hacia atrás del asiento, soltando una palabrota.
—Donde esté un buen Audi y toda su maravillosa
tecnología alemana, que se quite toda esta basura fabricada vete a saber dónde.
—Intentó varias veces volver a arrancar el coche, que para mi desesperación, ni
siquiera hacia ruido—. ¡Estupendo! Nos ha dejado en la estacada.
lunes, 9 de mayo de 2016
Snow, dust and ashes (III)
Disclaimer: La foto no me pertenece. Y en cuanto a la historia, Hayden y Avril son mios, sus almas y todos los personajes que reconozcais, pertenecen a la señora Meyer.
— ¿Sabes qué significa eso?
—¿Qué me estás contando un precioso cuento de hadas?—No
pude evitar que saltase mi vena sarcástica pero había tenido un día muy confuso
y no era la persona indicada para que me contase aquellas historias. Tal vez le
diese el número de Jim y hablasen de ello; a él le encantaría.
Lo más chocante fue que ella se sintiese muy
frustrada como si esperase que le
creyese.
Al recordar algo que me había contado de pasada el
doctor Cullen sobre la perdida de alguien que había estimado y lo relacioné. Y
lo lamentaba de verdad, pero yo no podía ayudarla. No como ella esperaba.
—Creo que te has confundido de persona—me mostré
algo más comprensivo y rebajé mi tono para que sonase amable.
Pero ella no cedió. Y vi una firmeza insólita en sus
ojos dispuesta a demostrarme que no se había equivocado.
—Pondría la mano en el fuego y no me quemaría por
afirmarlo una y mil veces. Tú eres mi hermano Edward. He estado esperándote
durante veinte años y creo que merezco algo mejor que tu desprecio y sarcasmo.
Aquello fue la gota que colmó el vaso.
—Lo siento mucho por ti, pero creo que estás muy mal
y necesitas mucha ayuda—estallé—. Sé que te duele su muerte y te cueste asumir
lo que pasó. Es terrible saber que no volverás a ver a una persona que amas, pero
no puedes proyectar a tu hermano muerto en mí. ¿Sabes el dolor que puedes
causar a otras personas? ¿Qué me dices de tu padre? ¿No crees que es bastante
el haber perdido a un hijo para que encima vayas desvariando sobre él? Creo que
ya ha tenido bastante. De verdad, tienes que empezar a pensar que necesitas
terapia.
Con cada palabra de más con la que elevaba mi voz,
iba rompiendo su corazón a cachos. No quería ser un monstruo insensible, pero
tenía que superar sus traumas de otra manera que no fuese a través de mí.
—Edward, ¿no puedes comprender que se te está dando
una segunda oportunidad? No tienes ni idea de lo que podría llegar a ocurrirte
si todo se vuelve a torcer. Te quedarías atrapado en un bucle...
—¡Hayden!—grité—. Me llamo Hayden. Mi tarjeta de
identidad dice que soy Hayden, al igual que mi carnet de conducir y mi tarjeta
sanitaria. El ADN que contiene mis células, todo lo que soy, lo que pienso, lo
que creo, mi forma de actuar y lo que amo me hacen ser Hayden. No sé qué pasa
con mi alma, y realmente, me importa muy poco porque no tengo intención de
averiguarlo a día de hoy, pero es mi vida y me pertenece como Hayden. Nunca he
sido ni seré otra persona.
Movió la cabeza imperceptiblemente. Parecía que se
iba a echar a llorar.
—Lo siento, lo siento mucho...—casi sollozó.
Respiré profundamente para intentar calmarme pero la
mano aún me temblaba y no me sentía capaz de permanecer frío y distante. Ella
me había ayudado mucho en el pasado y sólo por eso no tomaría medidas por esa
vez.
—Prométeme que pedirás ayuda y no volverás a verme,
por lo menos si sigues insistiendo con esto.
Suspiró.
—Lo único que lamento es haberme precipitado. Al
parecer, aún no estás preparado—susurró con firmeza. No pude evitar que ella se
acercase y, poniéndose de puntillas para superar la diferencia de nuestras
respectivas alturas, alzó los brazos para apoyar sus manos sobre mis hombros.
Me sorprendió que estuviesen tan frías, casi tanto como los copos de nieve, y
tuviese tanta fuerza que me dejase clavado en el suelo. O quizás fuese el
efecto de sus ojos hipnóticos.—Bien, Edw...Hayden, lo que sí que sé, es que en
algún momento, necesitarás mi ayuda. Cuando así sea, vuelve a este bar. Yo
estaré velando por tu futuro y sabré que vendrás a por mí.
Me soltó y cuando me sentí libre de su influjo, le
di rápidamente la espalda, busqué la maleta con las cosas de Avril y me dispuse
a salir lo más veloz posible de aquel bar con la clara intención de no volver a
verla ni pisar por allí.
domingo, 1 de mayo de 2016
Snow, dust and ashes (II)
Disclaimer: Lo de Meyer le pertenece a ella, y el resto mio es. Imagen sacada de Internet.
A pesar de las heladas en carretera y el tráfico en
hora punta, llegamos a nuestro bloque universitario. Por suerte para nosotros,
el aula de examen de Avril estaba sólo a dos pasillos del laboratorio donde me
examinaría de Hematología. Dado que ella empezaba una hora más tarde que yo, y
había desistido de un último repaso, le fui enseñando las instalaciones donde
me impartían algunas clases cuando no eran prácticas y no tenía que trasladarme
al hospital.
El laboratorio estaba abierto, pero me mostré algo
remiso a entrar por si había alguien como el Profesor Cullen o alguno de sus
ayudantes preparando el examen, pero al llamar a la puerta nadie contestó. Eso
me dio luz verde para entrar y enseñárselo a Avril con todo lujo de detalles.
Si le parecía una sala de colores asépticos, algo
fría y muy técnica con los microscopios, lupas y las campanas de extracción, no
me lo comentó. Parecía fascinada con las explicaciones y lo que realizamos
aquí. Creí que quería asociarme con aquel entorno, y lejos de sobrepasarle, le
gustaba bastante ir quitando capas de lo que me constituía, encajando el puzle
de aficiones, vocaciones y aspiraciones y ésta, la del proyecto del médico, le
costó muy poco asociarla conmigo. Esperaba que le pasase como a mí, y todas y
cada una de las cosas que iba descubriendo de ella, me hacían que su conjunto
me gustase cada vez más.
Arrugó un poco la nariz—un tic nervioso que le daba
un aire muy gracioso a su cara—, al fijarse en el kit para la determinación del
grupo sanguíneo.
—¿Quieres saber cuál es tu grupo sanguíneo?—le
propuse en un arrebato. Aún faltaban quince minutos para que la gente empezase
a llegar y posiblemente aquella proposición fuese en parte para calmar los
nervios—era más por la expectación que por el examen en sí—, pero realmente
quería saber más cosas sobre ella, y aunque yo mismo no me lo creía al
principio, en la sangre estaba parte de nuestra esencia.
Avril se mostró algo remisa a mi plan.
—¿Eso es una aguja?—señaló nada entusiasmada—. Creo
que paso.
Me mordí los labios mientras negaba con la cabeza.
—¿No quieres saber si eres compatible conmigo?—inquirí
con una entonación bastante sugestiva para intentar convencerla.
Se rió nerviosamente.
—Prefiero el método de preguntar el signo del
zodiaco para comprobarlo.
—Éste es mucho más fiable—le aseguré siguiendo la
broma.
—¡Qué cosas más extravagantes me propones!
En respuesta a su queja, me le acerqué más al
cuerpo, abrazándola por la cintura y dejando que apoyase la cabeza sobre mi
pecho.
—Tú y yo nunca seremos una pareja que haga cosas
normales. Pero, ¿qué nos importa? La normalidad está sobrevalorada.
La besé la coronilla y me olvidé del escenario donde
nos encontrábamos.
Pronto me di cuenta que no estábamos solos. Avril me
dedicó un gesto de desaprobación cuando me separé de ella pero al girarse en la
dirección donde apuntaba la mirada se puso rígida y seguramente le mudó el
color de la piel.
—Buenos días, Doctor Cullen—saludó a mi profesor en
un susurro. Si no hubiese estado tan paralizada, seguro que hubiese escondido
su rostro en mi hombro por la vergüenza.
—Señorita Summers—saludó cordial pero algo gélido—,
me alegro ver que tiene mejor aspecto que la vez que nos conocimos.
Avril apenas balbuceó una respuesta. Seguramente
estaba sorprendida que se acordase de ella. El doctor Cullen pareció que se
había olvidado de nosotros, dirigiéndose con paso firme y elegante hacia la
mesa para dejar el maletín y colgar el abrigo en el perchero.
—Veo que ha llegado bastante puntual para el examen,
señor Newman. Espero que no haya pasado la noche en blanco estudiando.
Avril contuvo una carcajada y me sonrió algo picara,
y por contenerme, le insté para que se callase en susurros.
Si el doctor Cullen nos oyó, no lo manifestó.
Parecía estar ocupado colocando papeles en su mesa.
—Está bajo control, Profesor—contesté cortes.
—Pues me alegro de oír eso, señor Newman—me replicó
sin dejar de concentrarse en su tarea—. Aunque con usted, me conformaré con que
no se desmaye en mitad del examen práctico.
Me quedé tan anonadado con aquel comentario tan sarcástico
dicho con una voz tan educada...y fría, que no supe darle una réplica adecuada.
Y cuando creí que podría exigir una disculpa por
dejarme en evidencia delante de mí novia, la mirada que le dedicó a Avril,
quien se despedía de mí con un beso en la mejilla y me recordaba que me
esperaba después del examen para volver a su casa y recoger ropa, me dejó
petrificado. Intensa y oscura, como si estuviese prediciéndole un destino
fatal. Sólo de pensar que a ella le
pudiera pasar algo se me helaba el corazón...Pero cuando Avril salió por la
puerta, completamente ajena al acecho de aquella mirada, su atención se centró
en mí.
Me sentía confuso por algo que desentonaba.
Los ojos del doctor Cullen eran completamente negros.
Para cualquier otro, aquel detalle sería insignificante, pero siempre
recordaría el intenso color dorado de sus ojos la primera vez que entré en su
aula.
Incluso, aquella oscuridad se reflejaba en su
rostro. Mucho más pálido, ojeroso y demacrado que le daba a su belleza cierto
aire de desolación y tristeza permanente. Y ese
era el mensaje que me quería transmitir sin pronunciar una sola palabra. Había
algo en mí que le apenaba y le preocupaba y me lo estaba advirtiendo, pero no
sabía el qué.
Desafiante, le devolví la mirada sin vacilar,
dispuesto a descifrar cada variante de luz oscura que absorbía sus ojos por si
había algo en ellos que me revelasen que significaba lo que quería decirme.
Nos mantuvimos la mirada el uno al otro sin ceder un
ápice durante unos segundo interminables. Empezó a palpitarme la vena de mi
sien y el nerviosismo invadía mi cuerpo. Mis dedos empezaban a temblar.
Y él se rindió para mi gran sorpresa. Desvió la
cabeza, y como si se estuviese riendo de sí mismo, respiró profundamente.
—Pues ya que está aquí, señor Newman, podría
ayudarme a colocar las mesas del laboratorio. Ya sabe donde se encuentra el material.
iré a avisar a mis ayudantes y a sus compañeros. Creo que podemos hacer todo el
examen aquí sin tener que molestar a nadie por moverse de aula—me dijo con voz
tranquila.
Y con pasos rápidos, salió del laboratorio, dejandóme completamente descentrado y sin
atreverme apenas a espirar todo el aire contenido.
miércoles, 27 de abril de 2016
Snow, Dust and ashes (I)
Disclaimer: La imagen pertenece a la portada de Twilight de S. Meyer. Y los personajes que reconozcais, son de Twilight, el resto es de mi invención.
Empecé a impacientarme cuando vi que aún no había
terminado de preparar unos sándwiches para la hora del almuerzo. Me miró
aprensiva y se puso más nerviosa cuando le hice el gesto de golpearme la muñeca
indicando que el tiempo pasaba. Se espabiló y los envolvió de cualquier manera
antes de meterlos en el tupper y entregarme mi bolsa.
Atolondrada, se le olvidó meter una pieza de fruta para
ambos, por lo que me dirigí a la nevera y cogí un par de plátanos.
Entonces, ella se echó a reír y me quedé algo
desconcertado porque no comprendía su hilo de pensamiento.
Ella cogió el plátano y puso un extremo sobre su
labio inferior dándole un aire increíblemente sensual.
—¿Pretendes que relacione la fruta con buenos
momentos? Porque anoche hubo muchos buenos momentos que me recuerdan a esta
fruta—me sugirió con una voz entremezclada con la picardía y la inocencia.
Fue más su gesto y su mirada desvergonzados los que
me hizo saltar la alarma y llenar la mente de miles de recuerdos bastantes
agradables y fogosos de la noche anterior y la razón por la que podría mandar
al cuerno el examen y arrancarnos la ropa para volver a repetirlo.
Respiré profundamente cerrando los ojos y recordándome
la cruda realidad.
"Examen
de Hematología, doctor Cullen, examen, doctor Cullen..."
La risa de Avril me hizo abrir los ojos y decidir a
cambiar de fruta muy a mi pesar. Ella se burló más de mí porque mi cara
sonrojada me delataba, pero prometí vengarme para la noche que nos esperaba
después.
Dejé los plátanos sobre la península y fui tan
deprisa de nueva hacia la nevera que moví el frutero con el codo, y una pieza
de fruta estuvo a punto de caerse al suelo si no hubiese sido por mis rápidos
reflejos y cogerla con una mano.
Se trataba de una manzana roja.
Apoyé la otra mano sobre ella y extendí los brazos
hacia Avril como si le estuviese ofreciendo la manzana.
Y su mirada fue completamente extraña, como si me
viese por primera vez y hubiese tenido una revelación.
No tuve tiempo de mover los labios para preguntar
qué le ocurría, ella cogió su mochila y la removió para sacar su móvil, y
centrarlo en mí.
—No te muevas—me suplicó como si fuese de vital
importancia.
La obedecí sin comprender muy bien lo que pretendía
hasta que me sacó una foto.
Luego, cogió la manzana y la devolvió al cuenco y
cogió otras dos de color verde que metió en las bolsas.
—Vamos, Hayden—me apremió—, ¿no querrás llegar tarde
a tu examen?
Tardé en reaccionar más de la cuenta, preguntándole
con la mirada a que había venido eso. ¡Sería por fotos de nosotros en nuestros
respectivos móviles!
Ella intuyó mi pregunta y se limitó a sonreír enigmáticamente.
—Me acabas de inspirar la portada para mi proyecto.
Me besó y salió de casa tan deprisa que casi no la
alcancé cuando fuimos a coger el ascensor.
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viernes, 25 de marzo de 2016
Breathe II
Disclaimer: Imagen sacada de Internet de la cual yo sólo pongo aquí.
Breathe (II)
Breathe (II)
Desconecté casi desde el primer
asesinato de la película de todo lo que me rodeaba.
Desde mi privilegiado sitio, al
lado de la ventana, me era muy fácil distraerme con el paisaje, aunque este era
casi monocromático, pasando del contraste del suelo blanco inmaculado al negro
más intenso.
Había dejado de nevar, pero no
por ello, dejé de admirarme por lo que rodeaba a la casa.
Y entonces, vi algo—o a alguien—que
no encajaba en todo aquel entorno.
Se trataba de Hayden.
O casi podría jurar que se
trataba de él porque estaba de espaldas pero su color de pelo contrastaba muchísimo
con la paleta de colores del bosque.
La extrañeza y el querer saber que
hacía afuera, fue lo que me impulsó a levantarme y salir hacia la puerta
cogiendo el abrigo. Jim me miró como si hubiese perdido un tornillo.
—Enseguida vuelvo—respondí sin
pararme a dar explicaciones.
—¡Uy! ¡Uy!—Exclamó éste—.
Avril, eso no se dice. Ahora sabemos quién va a ser la próxima víctima .
Menudo destripe de argumento.
Al salir del porche en dos
zancadas, el frío me golpeó de lleno.
Me encogí intentando mantenerme
en pie y que las tiritonas no me impidiesen dar un paso adelante. Con los ojos
llenos de lágrimas a consecuencia del frío, vi que Hayden estaba quieto en la
linde del bosque como si estuviese esperando a alguien. Quise llamarle, pero me
pareció muy extraña su ropa. No era con la que había llegado hasta aquí y sólo
se había traído un pijama y una muda. Incluso detallé que era demasiado ligera para
aquella climatología.
Aun a lo lejos, fue capaz de
percibirme, ya que se giró parcialmente hacia mí, y me sonrió tendiéndome la
mano.
Me quedé quieta donde estaba.
Había algo que no concordaba. Tal vez fuese un efecto óptico, pero su mano era
aún más pálida de lo habitual, como si quisiera mimetizarse con el entorno. Sus
ojos brillaban y su sonrisa era demasiado triste.
Habló en un susurro que el gélido
aire me transmitió.
—Vamos a dar un paseo—me invitó. Luego me dio la espalda y se
adentró en las entrañas del bosque desapareciendo sin rastro.
Saliendo de mi inercia, intenté
salir corriendo tras él para convencerle que aquello era una locura y lo mejor
era volver al calor de la casa. La nieve me aprisionaba los pies pero no me
detendría. Me había convertido en una especie de Alicia buscando su conejo
blanco, aunque no me imaginaba así el País de las Maravillas.
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