jueves, 25 de febrero de 2016

Requiem on water (II)


(Imagen sacada de la película Lo que la verdad esconde. Renuncio a cualquier derecho sobre ella y la uso sin animo de lucro)




—¿


—¿Terapia de choque?
Y antes de que pudiera desechar aquella ridiculez, mi mano ya estaba cambiando el grifo de ducha a bañera y poniendo el tapón para llenarla.
Mi estómago se encogía, pero yo estaba lo suficientemente ensimismada viendo como ésta se iba llenando que podría ignorarlo.
Todas aquella experiencias eran un fraude, estaba casi segura, pero y, ¿si lo de la terapia de choque pudiera ser cierto?
Podría comportarme como una persona casi normal y la hora feliz del agua dejaría de ser una tortura.
Y si no funcionaba...me quedaría igual.
Conclusión: Si no lo intentaba, jamás sabría qué pasaría.
Cuando el agua llegó al tope que quería y comprobé que estaba a la temperatura idónea, me di ánimos:
—¡Vamos, Avril, tú puedes hacerlo!
me impulsé, di un salto, y me metí en la bañera, derramando una cantidad importante en el suelo.
Y tal como me había imaginado, aquella experiencia estaba condenada al fracaso desde el minuto cero de realizarla. Había algo mal y no se trataba de la típica ansiedad.
El agua estaba helada. Aquel frío estaba calándome hasta los huesos incapacitándome para hacer el más mínimo movimiento. Era incapaz de encoger las piernas y mover los brazos para abrazarme a mí misma. Incluso cuando el instinto me decía que saliese de aquella bañera, mi rigidez era completa.
Entonces, noté la presión de una mano agarrándome los tobillos y, violentamente, me hundió hasta el fondo de la bañera.
Me estaba ahogando pero era incapaz de luchar por salir a la superficie y respirar. Aquella fuerza era cada vez más  vehemente y estaba segura que no me soltaría hasta que hubiese acabado con su cometido.
Tragué agua y ésta tenía un sabor desagradablemente salado.
Iba a rendirme cuando la presión cedió y pude reunir fuerzas de flaqueza para que mi cabeza saliese. Cogí varias veces aire, bastante exageradamente, como si presintiese que no lo haría nunca más.
Tenía los ojos llenos de agua, pero dentro de donde me encontraba, me pareció que había un elemento que no encajaba.  El reflejo de una llama.
Demasiado roja incluso para tratarse de fuego.
Ni siquiera surgió una pregunta en mi cabeza, noté una horrible presión en el cuello procedente de una mano pálida y delicada pero tenía la misma fuerza que el hierro. Y volvía a empujarme hacia abajo.
—¡No, no, no!—intenté resistirme.
Una carcajada fue la respuesta a mi suplica.
Con la mano que no me apretaba el cuello, empujaba mi cabeza para introducirla dentro del agua.
En mitad de la lucha por no sucumbir, pude mirar a los ojos a mi ejecutor y me aterré.
Yo había visto antes aquellos siniestros ojos rojos, inyectados en sangre,  llenos de resentimiento y odio. Me odiaba a mí y no pararía hasta ahogarme.
Y porque me quería ver muerta, era cuando yo tenía que luchar por sobrevivir.
—¡He dicho que me sueltes! ¡No, no, no!
Chillé y chillé pero lo único que conseguía era tragar más agua e irritar la garganta.
Mi angustia se incrementó cuando intenté ponerme de pie y comprobé que no llegaba al fondo, por lo que no tenía un punto de flote. Me encontraba a la deriva.
Y un ruido seco me devolvió a la realidad. Alguien estaba golpeando insistentemente algo consistente y me descubrí sentada en la bañera y con más de la mitad del agua derramada por todo el suelo del baño. Agua templada.
—¿Avril?—La voz tras la puerta estaba teñida de angustia—. Avril, ¿qué está pasando?
Estaba conmocionada y tardé en contestar más de lo que le hubiese gustado.

domingo, 14 de febrero de 2016

requiem on water

Para el día de la amistad (dejemoslo ahí), adelanto del siguiente capitulo de Underneath. 
A las que se han ido, gracias por vuestro tiempo concedido. Y a las que os quedaís y vais a permanecer aguantando mis paranoias, va dedicado a vosotras.
Espero que en unos meses, tengais el fic completo.
Por ahora un adelanto:

Requiem On Water (fragmento)



Enamorada y práctica.
Esas dos palabras no podían ir en una misma oración a no ser que se contradijesen la una y la otra.
Y mucho menos cuando, cada cinco minutos, paraba de hacer cualquier cosa y me comía la boca de Hayden a besos.
Café Moka y azúcar impregnada hasta en la más pequeña de las grietas de sus labios
Al principio, lograba tomarle por sorpresa, pero a la octava vez en menos de una hora se empezaba a impacientar si no le daba su dosis.
Había sido el mejor día de mi vida, y algo me decía que no había hecho más que empezar.
Ni siquiera hubo un amago de terror por lo que la parte más racional de mi cabeza intentase insinuarme.
Decepciones pasadas, Richard, la voz de June advirtiéndome que no fuese demasiado deprisa, el día perdido en la Universidad a punto de empezar los exámenes...
Si alguna de aquellas voces intentaba salirse de mi mente, se desbloqueaba al instante la placentera sensación  de calor que me producía sus labios sobre mi escasa piel desnuda de mi rostro—gorro y bufanda de lana gruesa para prepararme para el frío—, y su delicioso sabor a...Café Moka y azúcar. Lo había mencionado antes, ¿verdad?
—¡Mira, Nick!—nos señaló una agradable anciana dando un codazo a su marido—, ¿no te parece esta pareja tan encantadores como lo fuimos hace sesenta años? Me recuerda a lo que fuimos.
Hayden se río cuando el hombre puso los ojos en blanco, mientras yo me preguntaba si pasearía por este parque junto a él durante sesenta inviernos.
Intentaba reflexionar conmigo misma que plantearme aquello era ir a una velocidad de vértigo en lo que estaba surgiendo entre nosotros, pero intentar imaginarme otra alternativa donde él no estuviese, sentía como si me estuviese tragando un agujero negro.
—Un centavo por tus pensamientos.
Aunque suave, la voz de Hayden me sacó de mis cavilaciones más violentamente de lo que me hubiese gustado.
—¡Tierra llamando a Avril!
Le di un codazo en las costillas, aunque dudé que le hubiese hecho algún tipo de daño dado lo abrigado que estábamos.
—Estoy aquí.
—Tu cuerpo, sí. Pero creo que he estado paseando con una extraña  cuya mente ha abducido un extraterrestre—se rió mientras ponía los ojos en blanco. Luego, se puso más serio—. Ha habido algo que te ha hecho pensar demasiado.
Moví sutilmente la cabeza para darle a entender que no era preocupante.
—El día ha sido perfecto y no quiero que se acabe.
Para hacerlo más teatral, hice un puchero, lo que acabó por hacerle reír aún más.
Con delicadeza cogió mi mentón con sus dedos para acercar su rostro al mío. Maldije los guantes de lana que impedía sentir sus yemas de los dedos sobre mi piel.
—Niña tonta, ¿eso es sólo lo que te preocupa?—Asentí—. Vamos a estar todo el día de mañana juntos.
Puse mis manos sobre sus mejillas, queriendo captar algo de su esencia entre mis dedos y frustrándome por la barrera de lana, mientras dejaba escapar un suspiro que se convirtió en vaho.
—Mañana es el día de Acción de Gracias. Vamos a estar todo el día rodeados de gente.
Como respuesta, me besó, intensa pero demasiado breve para mi gusto, aunque sus labios nunca se despegaron de mi piel. Un calor intenso invadió mis mejillas y no pude evitar reírme cuando sentí el cosquilleo de sus palabras por mi piel.
—Siempre tendré un minuto para nosotros. No importa lo ocupado que estemos. Solos tú y yo. Te lo prometo.
Otra oleada de sangre invadió mi rostro de pura felicidad.
Se alejó de mí, aunque no soltó mis manos de entre las suyas y me impulsó a dar vueltas alrededor el uno del otro.
—Además, tú y yo somos dos seres inteligentes que sabemos comportarnos frente al mundo, ¿no crees?—Giró más deprisa mientras yo le acompañaba con mis carcajadas—. Por lo tanto nada de escondernos durante semanas y semanas entre cuatro paredes, sin otra cosa que hacer que estar tumbados y mirándonos siempre a los ojos.
—¿Sin comer?
—Ni ducharnos.
—¡Puaj!—Arrugué la nariz.
—Sin ir a clase—añadió—. ¿Cómo le explicaríamos a June que has perdido la beca por estar enamorada?
—Te cortaría las pelotas—afirmé.
—¡Uf!—Se puso dolorosamente dramático. Afortunadamente, no me soltó para gesticularlo.
—¿Me pagarías la factura de teléfono sólo para oírme decir: "Te quiero mucho. ¡Vamos, cuelga!"?— Eso ultimó lo añadí con voz de falsete.
A Hayden le pareció de lo más gracioso y empezó a imitarme.
—¡Oh, mi amor! ¿Cómo voy a pasar los cinco minutos que me quedan para tu próxima llamada sin escuchar tu voz? ¡Venga, a la de tres!
—¡Cuelga tú primero!
—¡No, tú!
—¡No, no, no! ¡Tú!
—¡Vale! Cuelgo yo primero, pero, te advierto que si no me llamas en cinco minutos, me moriré de pena.—Hice un puchero.
—¿Morirte de pena?—Puso los ojos en blanco—. Eso es tan poco...dramático. ¡Mejor hagamos un pacto de suicidio firmado con nuestra sangre! Si queremos ser patéticos, lo haremos en condiciones.
Posiblemente el sentimiento de euforia hiciera que mi cabeza estuviese girando sin parar, pero Hayden ayudaba cuando me agarraba de la cintura y me elevaba con tanta facilidad como si fuese un peso pluma. Me permitió abrazar su cuello y que nuestros ojos estuviesen a la misma altura.
—Pero sí hay una cosa que te puedo prometer—susurró mientras acariciaba mi rostro con sus dedos—. Avril, no importa lo lejos que estemos el uno del otro; yo siempre te encontraré.
—Y yo siempre dejaré que me encuentres—le dije con el mismo tono de voz.
Un último beso, que lejos de romper el hechizo, tuvo el efecto de perpetuar la magia de aquel día.
Y presentía que vendrían muchos más.
.
.
.
Amablemente, Hayden se ofreció a llevarme hasta mi casa en coche. Quedamos en un status quo; él consiguió acompañarme hasta allí a cambio de hacerle andar durante media hora, aunque tuvo que reconocer que aquello era algo que ambos queríamos. Arañar  los pocos segundos que nos quedaban juntos.
Tampoco era para tanto. No debería ponerme calamitosa por unas horas. Mañana íbamos a estar juntos de nuevo. Y pasado. Y al siguiente.
Incluso hasta que le dejase de querer, como había dicho él. Arrugué la nariz con desagrado ante la terrible impresión que convertía mi corazón en algo parecido a un queso de enormes agujeros y una terrible mancha negra, inerte, ocupaba su lugar. Me fue imposible no abrazarme a mí misma para no perder calor y que el frío me invadiese por completo.
Y de repente, el calor de nuevo. Como si Hayden hubiese sabido que me había pasado,—aunque lo más seguro, era que pensase que mi ropa no me protegía del frío de aquella ciudad—me apegó aún más a su cuerpo, frotando con delicadeza la zona de mi cintura. El color volvió a mi cara de nuevo. Aunque sencillamente, se tratase de su presencia.
Mientras estuviésemos juntos, todo iría bien. Deseché los hipotéticos futuros oscuros a un rincón muy alejado de mi cabeza.
Anduvimos apenas sin hablar, sólo para explicarme algo de la ciudad o para comentar algo gracioso de los escaparates que se habían  preparado para la celebración de Acción de Gracias. Sobraban las palabras y nos bastaba estar juntos.
Suficiente...por el momento.
Supe que aquel día acabó justo en el portal de mi casa, cuando iba a coger las llaves de mi bolso y oímos la ventana de mi piso abrirse y la potente voz de Jim soltar toda clase de improperios contra Hayden. A él también se le había ocurrido acompañar a Nika.
—¡Cabrón de culo blanco y plano! ¿Cómo te atreves a despertarme como lo has hecho y no quedarte ni cinco minutos para contar a tu mejor amigo lo mejor que te ha pasado en tu desgraciada vida?
No pude evitar reírme al ver como Hayden ponía los ojos en blanco.
—No pienso ponerme a su nivel de barrio bajo de New York.—Miró hacia arriba y se dio unos golpecitos en la muñeca, apremiándole para bajar.
Jim entendió el mensaje...al igual que el resto de mis vecinos cuando éste se puso de nuevo a gritar.
—¡Tienes tus huevos a salvo durante un minuto! Espero que Avril guarde un buen recuerdo de esa noche porque no la va a disfrutar mucho más.
Y cerró la ventana.
Hayden se volvió hacia mí y me agarró de las manos para susurrarme:
—Tenemos cinco minutos antes de que la bestia reclame mi presencia. Aún podemos planear algo para fastidiarle.
Me reí ante sus muecas terroríficas.
—¡Hum!—Me puse a conspirar con él—. ¿Qué tal si empezamos a acaramelarnos y rompemos nuestra promesa de no hacer el cuelga tú?
Se puso un dedo en el labio inferior como si lo estuviese considerando realmente.
—Matarle de una diabetes por exceso de dulce. Retorcida y macabra forma. ¡Me gusta como piensas!
—Y me encanta como lo vamos a ejecutar. ¡Somos el equipo perfecto!
—Te dije que éramos completamente compatibles, mi pequeña vampira—me repuso intentando ponerse serio.
 ¡Cómo si no me lo hubiese creído después de lo de anoche!
Tal vez no lo hicimos, pero Hayden sí me besó a modo de despedida, más como un nos veremos mañana que algo realmente definitivo. ¡Bien, podría con ello!
Pronto noté su ausencia y los labios me picaron, pero Jim ya había bajado y estaba arrastrando a Hayden por la acera cogiéndole por el cuello de la cazadora.
—¡Ey!—protestó mi chico—. Estaba intentando despedirme de mi novia.
—¡Pues que yo sepa, para despedirse, sólo hay que decir: "Adiós, Avril, te paso a recoger mañana a las cinco para ir a casa del bueno de Jim. No traigas nada de comida, sus padres tienen para alimentar a un regimiento durante una semana".
—Lo iba a hacer antes de que nos interrumpieses haciendo el cavernícola.
—¡Oh, sí, ya lo he visto! ¡estabas poniendo toda tu intención!—replicó sarcástico—. ¡Hay, tío! ¿No te das cuenta que aquí hay niños y gente decente que no deberían ver esto? ¡Pervertidos!
Me mordí los nudillos para mantener mi cara de circunstancia y no reírme a su cara.
¡Me lo estaba diciendo el mismo que me enseñó el culo en mi casa! Hayden se limitó a poner cara de póker.
—Tus castos ojos no pueden ver como doy un beso a mi chica pero tus sucios oídos querrán que te lo cuente, ¿verdad?
—¡Ey!—protesté dando una patada en el suelo—. ¡Chicos, estoy aquí todavía! Hablad de mí cuando no esté presente...
Por supuesto, me ignoraron y la única despedida que pude hacer a Hayden fue a hacerle el gesto de llamarle. Él me respondió con la mano extendida, dándome a entender que lo hiciese cada cinco minutos. Me reí de nuestra pequeña broma y me metí en el portal solo cuando les perdí de vista. Me estaba dando cuenta del frío que hacía en realidad.

Subí las escaleras con una energía inusual y me descubrí que apenas jadeaba después de cuatro pisos. Al entrar en casa aún pensaba que todo había sido un magnifico sueño, pero mis labios estaban lo suficientemente estirados para imaginarme como de grande sería mi sonrisa.


Enamorada y