Disclaimer: Todo lo que escribió Santa Meyer suyo es, yo sólo me adjudico a Haydeny Avril, no así sus almas.
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¡M Nightmare after Christmas (Avril).
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¡Malditas
seas, June!—murmuré entre sueños al notar las vibraciones que producían los
golpes a la puerta.
Seguramente mi madre, en su atolondramiento
habitual, se le habría olvidado las llaves y ahora le urgía la prisa por
entrar.
¿No podía esperar a que acabásemos
de despertar del todo? No eran horas. O a lo mejor, sí. ¡Al Diablo con el
reloj!
Me di la vuelta y caí en la cuenta
que tenía demasiado espacio para un sofá tan estrecho. Me extrañó. Juraría que
Hayden había dormido allí junto a mí. Aún tenía rastros de sus besos y sus
caricias nocturnas sobre mi piel.
Abrí los ojos todo lo que la luz
mortecina me dejó y vi que no estaba. La pregunta de dónde estaría se respondió
por si sola cuando oí a alguien, desde la puerta de la cocina ladrar—ese era la
descripción exacta de aquel desagradable tono de voz—a la persona que había
abierto la puerta.
Al oír aquella voz masculina, me di
cuenta que no se trataba de June.
—Tú, has vuelto. —Era un saludo
bastante desagradable y a medida que me iba incorporando, el reconocimiento
acudía a mi cabeza.
Jake estaba mostrando su cara menos
amigable y lo estaba pagando con Hayden. Era quien me preocupaba.
— ¿Perdón?—Aún en un susurro, la
voz de Hayden era intimidante, señal que se estaba defendiendo porque se sentía
atacado—. No nos conocemos de nada y no tengo porque hacerte pasar a la casa
sin el permiso de las dueñas. ¿Podrías decirme quien eres?
Me levanté de un salto y me dirigí
corriendo hacia la cocina y evitar algo molesto.
Efectivamente, Jake estaba apoyado
en el marco de la puerta, amedrentador gracias a su elevadísima altura y su
gran envergadura, arrugando su rostro y dedicándole una mirada hostil a mi
novio cuando le clavaba sus oscurísimos ojos. Daba bastante miedo, pero parecía
que Hayden no se dejaba intimidar cuando al rozarle el hombro, noté sus
músculos tensos, y capaz de devolver la mirada sin vacilar. Sus ojos, al
contrario que los de Jake, eran grises oscuros acerados. Muy fríos.
Era como el hielo y el fuego y, en
cualquier momento, saltarían chispas.
Finalmente, Jake se fijo en mí
aunque su mirada no se suavizo en absoluto, sus labios dibujaron una O redonda
de sorpresa, y se volvió de nuevo hacia Hayden, dispuesto a echársele encima.
Comprendí lo que podía haber
cabreado tanto a Jake cuando me eché un vistazo y vi lo inapropiado de lo que
llevaba encima, o más bien, lo que no llevaba.
Cierto, no daba muy buena impresión
que recibiese a un viejo amigo sólo con una camisa que apenas tapaba lo
imprescindible y para complicar las cosa, que le abriese la puerta un chico
desconocido sólo con el pantalón del pijama.
Pero no había excusa para el
comportamiento de Jacob Black. Ya debería imaginarse que hacía mucho tiempo que
hacía cosas peores que ésta y no debería escandalizarse tanto. No le iba a
permitir que se pusiese demasiado moralista.
Carraspeé, aparté a Hayden a un
lado para que no captase todo el Angulo de visión de Jacob y empecé a tomar el
control de la situación.
Simulé un buen humor y desenfado
que estaba muy lejos de sentir.
—Buenos días, Jake. ¿Hemos perdido
la educación? Porque ya no es: “¡Ey,
Avrie! ¡Cuánto tiempo sin verte! ¿Qué tal por Chicago? ¡Cuánto has crecido!
¡Qué guapa estás! ¡Feliz Navidad!”
Pero Jacob no estaba muy dispuesto
a seguirme la corriente y seguía pendiente de los movimientos de Hayden. Su
rostro no había cambiado de expresión en ningún momento.
— ¿Quién es ese individuo, Avril?
¿Sabe tu madre que está aquí contigo y lo que estáis haciendo?
Hayden iba a saltar cuando le di un
pellizco en el brazo, me miró dolorido y finalmente, comprendió cuando moví imperceptiblemente
la cabeza, que debería dejarme a mí la manera de tratar con Jake. Aunque no me
extrañaba que estuviese cabreado; me molestaba mucho la actitud tomada por
Jacob.
—No tengo que darte explicaciones
de quien meto en mi casa y lo que hago dentro de sus paredes—le contesté
cortante y firme. Luego, me serené y más suave, le informé—: Es mi novio,
Hayden. Nos conocimos en Chicago por medio de unos amigos comunes y le he
invitado a pasar unas vacaciones conmigo. Y tengo el suficiente respecto por
June para pedirle permiso. Debo decir que ella está casi más encantada que yo.
— ¿Hayden?—Parecía que aquel nombre
le había desconcertado. Volvió a mirar a mi novio un par de veces y pareció que
algo de lo que estaba viendo le acabó por relajar en parte, aunque su cuerpo
continuaba parcialmente en tensión.
Movió la cabeza y estuvo a punto de
echarse a reír como si todo aquello fuese absurdo.
—Por supuesto, Hayden. —Movió la
cabeza como si quisiera quitarse algo de la cabeza—.Te había confundido con…no
importa, era imposible que…aunque, creo que ese olor no ayuda demasiado.
Disimuladamente, Hayden inclinó su
rostro hacia la axila y se olisqueó levemente. Luego, puso los ojos en blanco.
—Habló el que huele a Chanel nº5—murmuró desdeñoso casi
deseando que le oyese Jake y provocarle y, esquivando el codazo que le iba a
destinar a sus costillas, moduló su tono y sus modales, y extendió la mano para
estrechársela y mostrarse educado con nuestro visitante—: Me llamo Hayden, y me
alegro de conocer a un buen amigo de Avril. Me ha hablado mucho de ti.
Jacob mantuvo sus brazos cruzados
sin dar una tregua a Hayden.
—Jacob Black—escupió adustamente,
casi obligado por las circunstancias. La mano de Hayden continuó suspensa en el
aire durante unos cuantos minutos abochornantes—.Avril, sin embargo, no nos ha
hablado de ti. Al parecer, eras un gran secreto.
— ¡Oh, comprendo! Avril ha tenido
la mala costumbre de guardarme para ella.
Me avergoncé al notar la mirada de
reproche de Hayden sobre mí y su significado.
“Te advertí que sucedería esto”, me transmitía.
—Bueno—elevé unas octavas la voz
para que saliese más aguda y quitar importancia al asunto—, pero no hay nada
mejor que una presentación cara a cara.
Ninguno de los dos les hizo gracia
aquella pequeña chanza. Permanecieron quietos, poco dispuestos a ceder en
aquella pugna silenciosa que no sabía a qué demonios se debía.
Hayden finalmente cedió, o más bien
un par de palabras convincentes en su oído de mi parte para que subiese y
empezase a arreglarse.
— ¿Qué demonios ocurre aquí, Jacob
Black?—le increpé sin dar tiempo a que su rosto se relajase. Me crucé de brazos
poniendo un gesto lo más intimidante posible.
Jake intentó abrazarme pero me
escabullí bastante ofendida por aquel trato a mi novio.
— ¡Ey, ey, ey! La pequeña Avrie se
le han subido los humos desde que se fue a la gran ciudad—bromeó.
—No, sólo defiendo a mis invitados
cuando noto cierta hostilidad hacia ellos.
No se molestó en pedir disculpas.
Debería acostumbrarme a Jake y saber que era completamente visceral. Si alguien
no le caía bien, se lo haría saber de inmediato. Pero no comprendía aquella
antipatía hacia Hayden sólo por haber abierto la puerta.
—Tú y yo sabemos que no tienes
demasiado ojo a la hora de elegir a tus chicos—me reprochó.
Sonreía como si quisiera gastarme
una broma, pero sus ojos carecían de aquel brillo cómplice cuando quería
vacilarme.
Hubiese estado horas pidiendo
explicaciones del porqué no le gustaba Hayden, pero nunca comprendería sus
razones y tampoco le convencería de lo buen chico que era y lo feliz que él me
hacía. Me gustaría haber visto su cara cuando le explicase que era dueña de la
mitad de una casa, donde podría desarrollar mis ideas y expandir mi mundo
interior hacia afuera sencillamente por el vínculo que habíamos creado. Y Jake
y todo su estúpido paternalismo no lo rompería.
—Ahora enserio, Jake, ¿a qué has
venido? Porque si es a salvar mi virginidad, te advierto que has llegado unos
cuantos años tarde.
—No hace falta que seas tan
grosera, Avrie—me gruñó—.Ya eres mayorcita para saber dónde te metes, o donde
quieres que se metan los demás.
Carraspeó y suavizo después de
haber soltado aquella insolencia.
— ¡Venga ya! ¡Relájate un poco que
es Navidad! Apuesto a que quieres saber que te ha traído Papa Noel en la
Reserva. Isabella lo está guardando como si fuese oro en paño.
Sonreí al recuerdo de la pequeña
Isabella y sólo entonces recordé que la había echado de menos.
—Nosotros también tenemos un regalo
para ella.
Jake estaba satisfecho con aquella
triquiñuela que me había mejorado su predisposición con él.
—Pues puedes venir a dárselo a la
hora de comer. De hecho, antes de ponerte tan fiera con el tema de tu nuevo…lo
que quieras que seáis, había venido a invitaros a June y a ti a la comida de
Navidad. Keira y el resto de La Push no me lo hubiesen podido perdonar si no
vinieseis. Y bueno, Leah necesita novedades para volver a afilar su lengua.
— ¡Oh, vaya!—me había pillado por
sorpresa—. No sé si June podrá ir, ya sabes, el turno de noche, pero estaremos
encantados de ir.
— ¿Ya sabes que Anne y su novio
también se han apuntado? Me enteré que estaba pasando las vacaciones con su
familia y pensé que sería buena idea que retomases viejas amistades. Se mostró
entusiasmada por la invitación.
— ¡Oh!
Aquello me cogió por sorpresa. En
el Instituto, Anne nunca se había interesado por visitar La Push y siempre que
la habíamos invitado, había rehusado, desdeñosa, alegando que la única porción
de océano Pacifico en la que se bañaría sería la de las costas de California.
Realmente debía estar muy aburrida para aceptar aquella invitación y su novio
californiano porrero había dejado de ser un aliciente para ella.
Pegué un salto para abrazar a
Jacob, muy agradecida, casi riéndome.
Le oí reírse entre dientes.
—No es como Chicago, pero hace
bastante frío para que salgas así—desaprobó mi ropa—¡Vamos, ve a vestirte! He
quedado con tus amigos dentro de una hora y no es de buena educación hacer
esperar a la gente.
—Espero que Hayden haya
terminado con la ducha.
El cuerpo de Jacob se puso rígido
como una tabla y perdió todo amago de jovialidad.
— ¿Él también piensa venir?—soltó
abruptamente y sin una pizca de disimulo por aquella inexplicable antipatía.
Respiré profundamente para no
mostrarme hostil ante él, pero aquello casi me había dejado petrificada.
—Por supuesto que él va a venir. Es
mi invitado y según vuestras costumbres, los invitados de los invitados también
son bienvenidos. ¿O han cambiado tanto las cosas desde que yo me he ido?
Parecía meditar una respuesta pero
no se le ocurría algo con justificación para tal reticencia.
—No cuento con tanto espacio en el
coche.
Me di un golpe en el muslo,
exasperada ante aquel comportamiento.
—Pensé que traías el jeep. Y si se trata de espacio, no te
preocupes, iremos en mi camioneta si hace falta.
Al imaginar que el pequeño
dinosaurio aún daba señales de vida, se echó a reír.
— ¿Ha sobrevivido a Chicago?—se
relajó después de una larga risotada. Y como resignándose, se encogió de
hombros—. Bueno, creo que podemos hacer un poco de espacio si hace falta. —Miró
el reloj y me apremió para que me vistiese—.Una hora, señorita, si no tú y tu
amiguito iréis en pelotas.
Le saqué la lengua y cerré la
puerta casi en sus narices.
Y casi tuve el mismo trabajo en
convencer a Hayden para que accediese a ir. Educado y con el imperativo de
hacerme feliz, se resignó aunque permanecía serio y desanimado.
— ¿Qué le pasa a todo el mundo hoy?—inquirí
molesta—. Pensé que tenías ganas de ver La Push.
—No es algo que pueda explicar pero
ese tío no me inspira mucha confianza—musitó secamente.
—No estarás celoso, ¿verdad?
—No seas absurda—me contestó
desdeñoso—. No se trata de nada de eso. Aunque admito que tiene un buen porte.
Me habías contado que tenía la misma edad que tu madre y si le viese por la
calle no le echaría más de veinticinco.
—Pues no sería la primera vez que
nos pasase, ¿no?—me vino a la cabeza el doctor Cullen e intenté que se fuese
con la misma facilidad. Me reí para quitar hierro al asunto—. Siempre se ha
comportado más como un hermano mayor que como un padre. Y mentalmente es como
si tuviese veinte. Afortunadamente para él, tiene a Keira para mantener los
pies en la tierra. Están tan enamorados como si fuese el primer día. Algunas veces dan la sensación que están bajo
un hechizo, aunque supongo que será algo en el ambiente porque todos tienen esa
unión con sus respectivas parejas.
—No estoy celoso de él—me repitió
aunque esta vez se había relajado en parte—. ¿Nunca has tenido una antipatía instintiva
hacia alguien? Pues me pasa con él y creo que debe ser mutuo.
Suspiré y le di un beso en la
frente.
—Por favor, trágate tus instintos e
intenta pasarlo bien—le pedí.
Me acarició el pelo y sonrió
forzadamente.
—Lo intentaré.
Empezaba a entender a qué se
refería Hayden con el instinto porque no dejaba tener aquella sensación que
algo le preocupaba y no era por Jake. Podía dejarlo pasar pero no tenía ni
corazón ni entrañas para permanecer indiferente ante su preocupación.
—Hayden, ¿qué ocurre?
Me miró sorprendido y en sus labios
estuvo a punto de pronunciar una negativa, pero debió ver algo en mi rostro que
se decidió a decirme la verdad.
—Se trata de Jim. Siempre nos hemos
llamado para felicitarnos las fiestas y este año no lo ha hecho.
— ¿Jim?— ¿De verdad era eso o me
estaba vacilando?—. ¿No has pensado que tal vez estará durmiendo la mona?
Anoche se iría de fiesta.
—Lo sé—me dijo paciente—, el caso
que es nuestra tradición por muy agotados que estamos, o nos enviamos un
mensaje o nos llamamos cinco minutos y luego caemos en coma, pero nunca hemos
roto nuestra tradición por muy borrachos o dormidos que estemos. No es propio
de Jim.
Le abracé por la espalda sintiendo
todo su nerviosismo infiltrándose por los poros de mi piel. Le masajeé los
hombros para eliminar todas las energías negativas, o así lo había leído en algún
libro de mantras que me habría prestado Nika. Sólo quería que estuviese bien,
feliz y relajado.
— ¡Hum!—emitió un sonido gutural de
puro placer.
—Hayden—musité mientras mis dedos
masajeaban su clavícula—, todo va a ir bien. Jim es mal amigo pero no le ha ocurrido
nada. Nika está con él y le cuidará.
Cerró los ojos cuando apoyé las
palmas sobre las clavículas.
—Tienes razón—admitió a
regañadientes—.Seguramente estará durmiendo la mona con Nika. No es algo que
debería interrumpir nuestra comida en la playa, a menos que nos vayan a soltar
a los perros.
Esquivó mi codazo pero me alegré
que estuviese más dispuesto a ir de excusión.
Aunque debería llamar a Nika
después para saber qué había pasado en aquella fiesta de Nochebuena en Chicago.
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