miércoles, 9 de marzo de 2016

Breathe



(Imagen sacada de Internet. No es mía, solo la tomo prestada)





Noté una extraña sensación de vacío cuando los labios de Hayden se separaron de los míos, pero no dejó de abrazarme, apoyando la cabeza en mi hombro, suspirando tenuemente mientras su aliento calentaba aquella zona de mi piel.
Extraño dilema.
Echaba de menos estar en casa con June y celebrar la cena con los Quileutes, durmiendo en el hogar de los Black y compartiendo cama con un inquieta Isabella. Los Stevenson eran lo más parecido a una familia de verdad que tenía Hayden. Y al verme alejada de mi propia familia, no quería que él se privase de ellos por mí.
Por otro lado, me sentía muy reconfortada estando con él. Como una especie de barrera que nos separaba del mundo exterior, donde, dentro de aquel círculo, jamás podría pasarme absolutamente nada.
Mi estómago acabó por tomar la decisión.
Seguramente, notó el cambio de temperaturas en mi piel cuando me sonrojé, porque sofocó su risa en mi cuello.
—Creo que es hora de dar comida casera a alguien.
Me seguía resistiendo a separarme de él y por eso le abracé con más fuerza.
—Avril—musitó con un ligero reproche en su voz—,ya hemos hablado de como manejarnos en el mundo exterior. No podemos ignorar que nos reclaman.
—¡Hum!—refunfuñé mientras le acariciaba con lentitud la piel del cuello que su camisa dejaba al descubierto. Se resistía, pero su piel de gallina no me engañaba. Le encantaba que yo le intentase seducir—. Pero estamos tan bien los dos solos. Incluso, estoy dispuesta a pasar directamente al postre.
—Buen intento—se rió entre dientes, pero comprendí que no cedería porque  rompió nuestro abrazó y dio dos pasos hacia atrás para evitar la tentación. Luego, me habló bastante en serio—: Vamos a pasar una noche genial. Y a la familia de Jim les vas a encantar.
Lo sabía y por lo que me había contado Jim, yo también quería conocerles. Podría sacar un lado de Hayden que nunca habría visto con la pandilla de "amigos" con la que se juntaba habitualmente. Quería saber más cosas del Hayden genuino.
Y estaba dispuesta a ir a vestirme y salir de aquel círculo de confort para ir a comer algo delicioso en una gran casa rodeada de desconocidos, pero no me resistía a picarle un poco más.
—Muy bien—le concedí. Me desaté el nudo del albornoz y dejé que cayese bajo mis pies. Me quedé desnuda bajo el escrutinio de su mirada y puse la mano en mi cadera a modo de jarra para insinuarle más—. Te doy de plazo desde que me dirija a mi cuarto hasta que me ponga las bragas. Y te advierto que si en ese transcurso de tiempo, no nos lanzamos al sofá y me tomas como un poseso, te despides de mi maravilloso cuerpo en lo que te queda de noche.
Me dedicó una sonrisa torcida tan hermosa que estuve a punto de perder el control del asunto.
—¿Crees que estás tomando el control de la situación?—preguntó con un deje muy peligroso—. Tú no sabes con quien estás negociando, pequeña.
El corazón me dio un vuelco y fui incapaz de replicarle.
—¿Has visto el precioso culo que estos pantalones me hacen?—me preguntó petulante y muy provocador. A regañadientes, asentí intentando tragar saliva, lo cual era increiblemente dificil cuando la garganta se me había quedado completamente seca—. Pues considero que están muy bien puestos. Así que no cuela...por ahora.
Se me bajó la sangre a los pies y me crucé de brazos refunfuñando.
—¿Qué tengo que captar de tu indirecta?
Me lanzó su jersey negro, que recogí a duras penas.
—Ve a vestirte...ahora—intentó sonar autoritario pero un deje ronco le delató.
Le di la espalda teatralmente mientras me dirigía a mi habitación, caminando lenta y sinuosamente. Pero sólo provocó que se riera aún más. Exageradamente, cerré la puerta de un portazo.
—¡Coge el pijama y un cepillo de dientes!—me ordenó desde el salón.
Le hice burla mentalmente.
En menos de cinco minutos, ya estaba casi vestida—me faltaba elegir cual de mis jerseys era el más grueso—y me estaba mirando  al espejo para colocarme la trenza de raiz. Con el horrible pelo que me había quedado después de mi experiencia cercana a la estupidez no me podía permitir llevarlo suelto.
Opté por un jersey de color gris que tenía más función de proteger del frío que de insinuar mi silueta, lo que indicaba que era más friolera que coqueta. Abrí la puerta de mi cuarto y salí a pata coja mientras me colocaba la bota de lana.
Hayden se había sentado esperando. No me dijo nada pero me miraba con tal intensidad que comprendí que, incluso con el jersey dos tallas más grandes, yo le parecía lo más bonito que sus ojos hubiesen contemplado en su vida. Seguramente una sonrisa en mi cara delataba que estaba tan radiante que juraría que flotaba.
Aún así, fingí estar muy ofendida por resistirse a mis muchos encantos.
—¿Nos vamos ya?—le apremié dando golpecitos en la muñeca para insinuar que se le hacía tarde.
Sin dejar de sonreir, asintió, se puso de pie y se dirigió al perchero para coger mi abrigo. Caballerosamente, me ayudó a ponermelo.
Antes de salir, me enfrenté a él y me crucé de brazos. Se limitó a poner los ojos suplicandose paciencia a sí mismo.
—Te advertí que si no me impedías vestirme, te quedarías sin postre. ¡Pues ahora soy yo la que está muy a gusto con la ropa!
—Sobreviviré a la ausencia de azucar por unas horas—me dijo tranquilamente—. ¿Has acabado de chincharme y podremos salir de una vez?
Tenía tantas ganas de soltarle eso de: "Ahora contengo la respiración" como si me tratase de un bebé. En su lugar, abrí la puerta muy dispuesta a salir de allí con toda mi dignidad. Pero antes de atravesar el umbral, me agarró con la muñeca con tanta fuerza que no me quedó otra opción que pararme.
Sólo con su aliento junto a mi oreja fue capaz de acelerar los latidos de mi corazón.
—Me gusta tomarme mi tiempo con mi postre para deleitarme. Y tú no sabes cómo de larga puede llegar a ser la noche, pequeña—me susurró marcando cada silaba personalizando cada una de ellas para que sonasen muy...sensuales.
Me dio un azote en el trasero, y luego se dirigió a las escaleras, silbando algo completamente inocente.

—¡Cabrón manipulador!—musité entre dientes.

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