Disclaimer: La foto no me pertenece. Y en cuanto a la historia, Hayden y Avril son mios, sus almas y todos los personajes que reconozcais, pertenecen a la señora Meyer.
— ¿Sabes qué significa eso?
—¿Qué me estás contando un precioso cuento de hadas?—No
pude evitar que saltase mi vena sarcástica pero había tenido un día muy confuso
y no era la persona indicada para que me contase aquellas historias. Tal vez le
diese el número de Jim y hablasen de ello; a él le encantaría.
Lo más chocante fue que ella se sintiese muy
frustrada como si esperase que le
creyese.
Al recordar algo que me había contado de pasada el
doctor Cullen sobre la perdida de alguien que había estimado y lo relacioné. Y
lo lamentaba de verdad, pero yo no podía ayudarla. No como ella esperaba.
—Creo que te has confundido de persona—me mostré
algo más comprensivo y rebajé mi tono para que sonase amable.
Pero ella no cedió. Y vi una firmeza insólita en sus
ojos dispuesta a demostrarme que no se había equivocado.
—Pondría la mano en el fuego y no me quemaría por
afirmarlo una y mil veces. Tú eres mi hermano Edward. He estado esperándote
durante veinte años y creo que merezco algo mejor que tu desprecio y sarcasmo.
Aquello fue la gota que colmó el vaso.
—Lo siento mucho por ti, pero creo que estás muy mal
y necesitas mucha ayuda—estallé—. Sé que te duele su muerte y te cueste asumir
lo que pasó. Es terrible saber que no volverás a ver a una persona que amas, pero
no puedes proyectar a tu hermano muerto en mí. ¿Sabes el dolor que puedes
causar a otras personas? ¿Qué me dices de tu padre? ¿No crees que es bastante
el haber perdido a un hijo para que encima vayas desvariando sobre él? Creo que
ya ha tenido bastante. De verdad, tienes que empezar a pensar que necesitas
terapia.
Con cada palabra de más con la que elevaba mi voz,
iba rompiendo su corazón a cachos. No quería ser un monstruo insensible, pero
tenía que superar sus traumas de otra manera que no fuese a través de mí.
—Edward, ¿no puedes comprender que se te está dando
una segunda oportunidad? No tienes ni idea de lo que podría llegar a ocurrirte
si todo se vuelve a torcer. Te quedarías atrapado en un bucle...
—¡Hayden!—grité—. Me llamo Hayden. Mi tarjeta de
identidad dice que soy Hayden, al igual que mi carnet de conducir y mi tarjeta
sanitaria. El ADN que contiene mis células, todo lo que soy, lo que pienso, lo
que creo, mi forma de actuar y lo que amo me hacen ser Hayden. No sé qué pasa
con mi alma, y realmente, me importa muy poco porque no tengo intención de
averiguarlo a día de hoy, pero es mi vida y me pertenece como Hayden. Nunca he
sido ni seré otra persona.
Movió la cabeza imperceptiblemente. Parecía que se
iba a echar a llorar.
—Lo siento, lo siento mucho...—casi sollozó.
Respiré profundamente para intentar calmarme pero la
mano aún me temblaba y no me sentía capaz de permanecer frío y distante. Ella
me había ayudado mucho en el pasado y sólo por eso no tomaría medidas por esa
vez.
—Prométeme que pedirás ayuda y no volverás a verme,
por lo menos si sigues insistiendo con esto.
Suspiró.
—Lo único que lamento es haberme precipitado. Al
parecer, aún no estás preparado—susurró con firmeza. No pude evitar que ella se
acercase y, poniéndose de puntillas para superar la diferencia de nuestras
respectivas alturas, alzó los brazos para apoyar sus manos sobre mis hombros.
Me sorprendió que estuviesen tan frías, casi tanto como los copos de nieve, y
tuviese tanta fuerza que me dejase clavado en el suelo. O quizás fuese el
efecto de sus ojos hipnóticos.—Bien, Edw...Hayden, lo que sí que sé, es que en
algún momento, necesitarás mi ayuda. Cuando así sea, vuelve a este bar. Yo
estaré velando por tu futuro y sabré que vendrás a por mí.
Me soltó y cuando me sentí libre de su influjo, le
di rápidamente la espalda, busqué la maleta con las cosas de Avril y me dispuse
a salir lo más veloz posible de aquel bar con la clara intención de no volver a
verla ni pisar por allí.
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